Fiestas del Eid al adja: Cuarta Parte
Al día siguiente, Rim vuelve a llamarme por teléfono. No quiere que me pierda la ceremonia del sacrificio del cordero. Salgo corriendo de casa sin haber comido. El lugar donde me lleva está limítrofe a las fronteras de la ciudad, en la misma carretera que nos llevó a Telvisa el día anterior.
En cuanto llego al recinto, el olor de la carne es muy palpable. Un grupo de ovejas está arrinconada en un recinto vallado, en el mismo recinto donde ya han degollado a varias ovejas antes de nuestra llegada. El rito del sacrificio es sagrado y se realiza en un lugar especialmente hecho para la ocasión. Debe hacerse con un procedimiento habitual: la oveja ha de morir desangrada con un corte profundo en su yugular después de que por un altavoz alguien pronuncia las palabras Alá es grande,Alá es grande, en el nombre de Dios, el misericordioso, el compasivo que dan inicio al rito.
Lo que presencié fué exactamente eso: a las ovejas las tumbaron boca arriba mientras un hombre estiraba sus cuellos para acometer el corte limpio, que las mata en segundos. La sangre fluye hacia el lado derecho, donde varias personas más lo limpian con mangeras de agua. Las ovejas en sí casi no se mueven, aunque alguna patalea dévilmente.
Luego, las ovejas sin vida son colgadas en unos ganchos, donde les quitan la piel y los destripan. La carne de estas ovejas está destinada a los más pobres, tal y como dicta la religión. Un señor nos acompaña de vuelta al coche con una bolsa con los trozos de carne. La directora Rim entrega la bolsa a un hombre minutos después, en un lugar a las fueras de Homs. El hombre agradecido nos despide afectuosamente.
De vuelta a Homs, Rim me pregunta en qué periódico escribiré lo que acabo de ver y yo le contesto que de momento soy freelance. Me explica con detalle la ceremonia del cordero que acabamos de presenciar y me pregunta qué tipo de fiestas solemos hacer en España. Una pregunta lleva a la otra y al final confieso que en Navidad tomamos champán con las uvas (por precaución, omito comentar esa cervecita que tomo los fines de semana).
Luego, me lleva a mi destino, a la casa de mi tío Naím donde he sido invitada al almuerzo. A mi llegada, encuentro lo que me espera para comer: tripas de cordero cocinadas con yogur, arroz y pan frito. El plato se llama Fati biyuqat. También hay en la mesa mlujia, un tipo de espinacas cocinadas con pollo.
Sintiéndolo mucho, les digo que después de lo que acabo de presenciar, me contentaré con un poco de makluba (véanse posts anteriores), anque también tenga cordero. Cuando terminamos de comer, nos sentamos en el amplio salón de mi tío Naim. Es cómodo y cálido y sus dimensiones ocupan dos habitaciones, como todo salón típico que se precie. Cuando somos demasiados, dividimos una zona para hombres y otra para mujeres.
He llegado a la conclusión de que se hace así básicamente por comodidad. Si hay una fiesta, las mujeres pueden quitarse el velo sin ser vistas por los hombres que se quedarán al otro lado del salón. En esos casos, suele utilizarse la puerta corredera que aisla ambos extremos. En el caso de las familias cristianas, he podido comprobar que el salón es exactamente igual, tan sólo que en las fiestas todos se sientan juntos y las puertas se quedan abiertas.
Los hombres se trasladan al otro salón para hablar de sus asuntos y nosotras nos quedamos donde estamos. Viene más gente y nos movemos de un sillón a otro para dejar espacio. En un momento, nos hemos reunido un par de primas jóvenes, mi tía y yo.
La variedad de circunstancias en sus vidas son variopintas. Una de ellas por ejemplo, Lama, acaba de terminar sus estudios de filología inglesa en la universidad. Es la menor de sus hermanas. Todas están casadas y tienen hijos. Una es farmacéutica. Otra ingeniera. Ella de momento trabaja como profesora enseñando inglés a niños pequeños y los fines de semana asiste a clases en Latakia.
Otra en cambio, Nada, es ama de casa. Se casó joven y tuvo tres hijos. Gazal, otra de las primas presentes, dejó de estudiar y se casó. Ahora está divorciada y tiene dos hijos. Acaba de sacarse el graduado escolar y planea ir a la universidad.
Mi prima Mariam es la hermana ingeniera de Lama y ha venido desde Arabia Saudí de visita. Lamentablemente la veo poco y es una pena porque me encanta estar con ella. Si pudiera relacionar a Mariam con un personaje conocido, ese sería Rachel de Friends. Sus movimientos y su forma de hablar la caracterizan. No puedo parar de reirme cuando la veo esconderse detrás de la pared del salón para que su marido no la vea fumar. Su marido no quiere que fume pero sabe que lo hace. Parecen dos niños que juegan al perro y el gato.
No confabulamos sobre el fin del mundo, sólo charlamos de las cosas cotidianas. Mariam siempre se interesa en saber que tal me va (es decir, cómo sigo viva) y muestra un caracter predispuesto al diálogo. Gazal es divertida y se rie estruondosamente, aunque a veces tiene la mirada perdida. Nada parece no expresar ninguna emoción, pero es amable y de mirada cálida. Lama en cambio parece estar siempre en activo, vestida impecable y sobre unos tacones de vértigo.
Con esos tacones me llevó de vuelta a mi casa. Yo no podía parar de mirarlos mientras nos dirigíamos al coche. Sólo pensaba: Me va a llevar con eso? Y luego dirán que en Madrid soy un peligro al volante. Eso sí, Lama condujo con arrojo, casi tan bien como Rim.