Por la parte de Rim

Fiestas del Eid al adja: Tercera Parte

Por si alguien no lo sabe todavía, la fiesta musulmana eid al adja es también conocida por la fiesta del cordero, momento en el cual los musulmanes pueden hacer la peregrinación a la Meca,  siendo este el motivo principal de las fiestas.  El jueves visité las instalaciones de la Asociación de servicios sociales (con carácter religioso) de la ciudad de Homs y en especial “La casa de la ayuda para la custodia de los ancianos”. Gracias a una llamada de la directora -la señorita Rim-  del colegio Falaj donde estudio árabe, conseguí colarme entre un grupo de alumnas en una excursión al centro.

Durante el trayecto en coche hacia su sede en Telvisa,  me sorprende el cambio de paisaje entre la ciudad desde donde partimos hacia sus pueblos colindantes. El ambiente rural que nos rodea se nutre de pastoras que cubren sus cabezas con la típica cofia, de niños despreocupados que juegan en los soportales de casas muy separadas entre sí y gran cantidad de huertos que salpican el panorama.

Rim es toda una profesional al volante. No duda en pitar al que se cruce por delante y acelera a la mínima oportunidad que tiene de adelantar. Nos acompaña su sobrina y una compañera a la que acabo de conocer. Al entrar al centro, el grupo de alumnas que llegaron en autobús nos espera impaciente. Reciben a Rim calurosamente. Todas quieren saludarla. Sin darnos cuenta, las jóvenes nos rodean y me miran con curiosidad. Rim se encarga de presentarme a sus alumnas y de permanecer atenta a mí en todo momento para que no me pierda entre la marea humana.

Durante la visita a La casa de la ayuda, Rim nos explica la función de cada una de sus partes. El recinto está formado por un parque para niños, una fuente y una entrada grande al edificio principal.  La planta de abajo es para los hombres y la de arriba para las mujeres. Es difícil entender el dialecto pero intenta introducir palabras en árabe oficial especialmente para que yo la entienda mejor.

Dentro se encuentra una sala de recepción con sillas, el  comedor y la cocina, la sala para orar, una habitación con juegos de entretenimiento (el mikado, arcilla para amasar, telas para bordar) las habitaciones de los internos, una sala para la consulta del médico, otra para la farmacia (la organización dona medicamentos a los residentes, en su mayoría pobres). Me sorprende encontrar una biblioteca que no tiene libros. Rim me explica que es de nueva construcción.

La excursión pasa también por visitar a los residentes. Recorremos uno tras otro los dos pasillos que separan a las personas que pueden permitirse pagar algo por el alojamiento y a las que son más necesitadas y no pagan nada. No hay mucha diferencia entre unas habitaciones y otras. Saludamos por ejemplo a un hombre palestino bien entrado en años que nos recibe en su cama pero con una gran sonrisa. Rim conoce a todos los residentes y los trata con mucho cariño y dedicación. Las alumnas se ríen entre ellas como colegialas que son, pero también saludan al anciano con gran respeto y le felicitan las fiestas.

Cuando llegamos al piso de arriba, las alumnas se animan y empiezan a cantar canciones típicas de las fiestas. Se reúnen todas en un recibidor donde hay ancianas en sillas de ruedas y empiezan a tocar las panderetas como hacemos en España por Navidad. Las residentes sonríen ante tanta atención. El salón está decorado con motivos festivos y las trabajadoras también están reunidas en torno a ellas.

Las alumnas visten de formas muy distintas. Las hay con hiyab y las hay sin hiyab (el velo islámico). Las hay con vestimenta más moderna o con gabardinas largas que cubren casi todo el cuerpo. Las trabajadoras suelen llevar gabardinas negras o azul marino y el velo blanco, aunque la directora del centro lo lleva negro.

La visita termina con otra canción en el parque, un momento que inmortalizo con esta foto de las protagonistas con el anochecer al fondo. Las chicas ponen rumbo a la ciudad con un capuchino que compran en un puesto colocado dentro del recinto y que regentan las trabajadoras del centro. Mientras tanto, la directora se ha ido a rezar y yo me quedo esperándola con su amiga Nura, que vive en el mismo pueblo donde se ubica el centro.

Mientras charlamos, una filipina que trabaja interna en el centro se sienta a nuestro lado. No habla árabe pero intentamos hacernos entender. Mi compañera Nura la pregunta si es felíz en “La casa de la ayuda” y ella contesta que no. Nura y yo dudamos de su respuesta: no sabemos si lo ha dicho sinceramente o es que no entiende nada. Se lo vuelve a preguntar y ella vuelve a decir que no con la cabeza. Para que Nura  no se sienta cohibida por la situación, pregunto a la filipina que de donde es para cambiar de tema. Ella contesta con breves palabras y en unos segundos vuelve a marcharse.

La oportunidad es propicia. Qué opinas de estas chicas que trabajan aquí? –Pregunto a Nura. Ella me responde- Vienen de sus países de origen para trabajar. Es mejor que estén aquí a que trabajen en la calle. Si hay que elegir, es mejor esta opción.

Rim regresa a los diez minutos, cuando ya ha oscurecido. Nos lleva de vuelta a la ciudad. No puedo más que admirarla. Su destreza al volante supera todas mis expectativas. Es capaz de conducir de noche alrededor de pueblos cuyas carreteras no tienen casi alumbramiento. Esquiva los badenes girando el coche hacia un lado para que tan sólo lo crucen dos ruedas del vehículo (algo por otro lado muy habitual en Siria). No tiene reparos en conducir hablando por el móvil ante mi cara de terror.

Cuando llegamos a mi barrio, le doy las gracias por la visita y la felicito por la conducción, a lo que bromea diciendo: Debería conducir en el Dakar, ma jek?. Estoy entusiasmada por el día de hoy y me acuesto pensando que pese a toda circunstancia, las personas como Rim siguen marcando la diferencia.

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Una respuesta a Por la parte de Rim

  1. Ali Alzein dijo:

    buena experiencia 😉

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